La subida del IVA y el encarecimiento del acceso a la cultura
by Unknown
Desde los tiempos del ‘No a la Guerra’ no veíamos al sector cultural
de este país gritando en el mismo sentido y de forma tan vehemente. Esta
vez no es para mostrar su desacuerdo por la intervención española en un
conflicto bélico internacional, sino por la decisión del Gobierno del
PP de subir el IVA de los productos culturales hasta situarlo en el 21%.
Un decisión incoherente de un partido de derechas ha vuelto a servir
para que la cultura muestre su indignación y preocupación de forma
conjunta. Pero vayamos paso a paso, para saber qué es lo que ha
decidido el Ministerio de Hacienda con las tasas impositivas relativas
al consumo en la cultura.
El IVA (Impuesto del Valor Añadido) es un impuesto indirecto que grava la acción de consumir.
Cualquier transacción comercial debe generar un IVA. El hecho de ser
indirecto consiste en qué no es el consumidor final quién rinde cuentas
con Hacienda, sino que es el vendedor quién tiene que liquidar con el
Estado el valor impositivo de los productos que ha vendido; aunque sea
el comprador el que soporte la carga del impuesto. En España, el
IVA estaba cifrado en el 16%, pero el anterior Gobierno socialista lo
fijó en el 18%, para intentar recaudar más ingresos fiscales. La novedad
de la actual subida del IVA es que el PP ha decidido situar el IVA en
el 21%, aumentándolo tres puntos más esta vez. El drama, pero,
se produce en la variación ejercida en los tipos de IVA existentes.
Existen tres tipos de IVA según el tipo de producto. El general (21%),
el reducido (8%) y el súper-reducido (4%). Esta división existe porqué
se considera que hay productos que necesitan de protección, por su
importancia, respeto al gravamen impositivo. Entre los productos de IVA
súper-reducido se encuentran, por ejemplo, los elementos de primera
necesidad, como los alimentos frescos o los productos para la higiene.
Entre los del IVA al 8% encontrábamos, hasta esta reforma, los productos
culturales. La cultura y sus bienes, por su importancia para la
formación, educación y prosperidad de la sociedad, se consideraba que
debían pagar menos impuestos. Pues bien, el Gobierno de Mariano Rajoy,
ha decidido modificar este criterio y situar los productos culturales
dentro de los que han de pagar un IVA general. Lo que quiere decir que
pagarán un 21%, en lugar del antiguo 8%.
Así pues, las entradas a los conciertos, al cine, a los
museos, los libros, las compras del arte tendrán que tributar el 21% de
lo que cuestan, en lugar del ocho por ciento. A la práctica, si
una sala de conciertos ponía una entrada a un precio de 10 euros, tenía
que pagar a Hacienda 0’8€ en concepto de IVA. Ahora tendrá que pagar
2’1€ por cada entrada vendida. Esto significa que les
productores culturales tienen dos vías para asumir el impuesto: reducir
su margen de beneficio o subir el precio de las entradas para que sea el
consumidor el que absorba el nuevo impuesto. Cualquiera de las dos
supone consecuencias dramáticas. Reducir el margen de beneficio
no hará más que castigar un sector que ya sufre una severa crisis
estructural dentro del contexto de crisis económica general. Por
el contrario, aumentar el precio del producto cultural comportará una
fuerte caída del consumo, en un sector que ya padecía pérdidas
titánicas. En este sentido, el ministro de Educación, Cultura y Deporte,
José Ignacio Wert, en una de sus habituales proposiciones alabando el
sinsentido, ha propuesto a las empresas del sector que compartan la
subida con los consumidores. Es decir, que pringue un poco todo el
mundo, así seremos todos un poquito más desgraciados aún.
El sector cultural ha reaccionado con airosa protesta a esta
decisión del ejecutivo español. La Federación Estatal de Asociaciones de
Gestores Culturales (FEAGC) emitió un comunicado dónde desgranaba los
elementos negativos de la reforma. A grandes trazos alertaba de
la reducción que se producirá de la oferta y del consumo cultural, de
la limitación que supondrá de la diversidad cultural, de la destrucción
de multitud de puestos de trabajo, y del incremento de las desigualdades
sociales. Un cúmulo de consecuencias negativas que ubican la situación
cultural en España en una auténtica encrucijada de imprevisible
desenlace. Desposeer a la cultura de un tratamiento impositivo especial
no puede conllevar a nada más que descenso del consumo cultural y, de
retroceso, del nivel cultural de este país. Con todo, la cultura tendrá
que volver a emprender un proceso de reinvención para poder parar las
consecuencias de este duro golpe.