La venganza de las calamares

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En el ranking de debates veraniegos de altura (melón o sandía, cerveza o sangría etcétera) hay uno harto polémico: Calamares, ¿sí o no?

Algunos recuerdan sus calamares azules con purpurina incrustada como lo más de sus veranos, otros (me incluyo) como ese horror sudoroso que te obligaba a ponerte tu madre "por si los erizos... ¡o las jeringuillas!". Eran los años ochenta.

Se te cocían los píes, se te escapaban los deditos y dejaban una marca ridícula de mugre y bronceado a trozos. Pero, lo que no se le puede negar a las humildes calamares(jelly sandal en EE.UU, T-bar en Australia, méduse en Francia o skippy en Argentina) es que es un icono del diseño del siglo XX.
Sus orígenes nos están claros, aunque la historia más repetida es que el primero en fabricarlas, fijándose en el modelo tradicional de las sandalias de los pescadores, fue el francés Jean Dauphant en 1946, cuando el cuero escaseaba tras la Segunda Guerra Mundial. Su empresa de plásticos (que se centró en hacer zapatos a partir de los sesenta) estaba en Les Sarraix, Auvergne, por lo que sus sandalias se quedaron con el nombre Sarraiziene. La compañía quebró en 2003, pero los moldes originales fueron adquiridos por una empresa británica que todavía comercializa el modelo original.

En los cincuenta y sesenta, la era del "plastic is fantastic", otras marcas de calzado alrededor del mundo empezaron también a experimentar con el novedoso PVC y el modelo cangrejera triunfó por ejemplo en Australia con las Talismán T-Bar.

El boom ochentero de las calamares hay que buscarlo en Brasil en 1971. Fue entonces cuando Alexandre y Pedro Grendene Bartelle fundaron en Farroulpilha una fábrica que hacía corchos de plástico para vino (barato, se entiende). Con el tiempo Grendene se ha convertido en una empresa de calzado líder, sobre todo gracias a la creación de la marca Melissa en 1979. Solo en 1980 vendieron 5 millones de pares de sandalias de plástico.
En 1981 un banquero estadounidense llamado Preston Haag viajó a Sudamérica en busca de un negocio para invertir. En una fiesta en casa de un embajador alucinó con los coloridos zapatos que llevaban las mujeres más jóvenes. Hizo un pedido a Grendene y las presentó en la Feria de Knoxville. Y así, la cangrejera conquistó América y volvió a ser sexy.

En los noventa, otra vez. Y en los dos mil, de nuevo. Hasta hoy, la sandalia no deja de reaparecer de cuando en cuando (para ver una galería histórica de modelos: El maravilloso mundo de la cangrejera).

El modelo actual de la Aranha Melissa de 1979, que a primera vista son unas calamares de toda la vida, es un "must" de las revistas de moda desde hace tres o cuatro años. Tarda en fabricarse por inyección en molde 26 segundos, lo que no quita que no bajen de 30 euros.

Los estilistas adoran la marca y diseñadores como Vivianne Westwood o Jean Paul Gaultier, diseñan modelos para ellos en plástico fantástico.

Para nostálgicos con menos recursos, en los grupos de Facebook de fans de las cangrejeras, recomiendan ir al Carrefour (o similar) más cercano, donde el modelo básico sale por desde 4 euros.

Una última reflexión: Cuando las revistas de moda dan la razón a tu madre aconsejándote que te pongas algo que creías superado, ¿significa que estás mayor?

Leído en ELPAIS.COM: http://blogs.elpais.com/turistario/