Tristeza

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Te comprendo muy bien, Cristiano Ronaldo. ¿O puedo llamarte Cris? Es que te veo a todas horas en todas partes y te considero casi de la familia. Sí, como a uno de esos sobrinos caprichosos y consentidos que tienen la Wii, la Xbox, la Play,

y se quejan de que sus padres no les quieren lo suficiente porque no les compran la Nintendo o no les cambian el móvil, o le regalan un booguie nuevo, joder, que mis amigos tienen el último samsumg galaxies III y yo me he quedado atras con el que me regalaron movistar en una oferta que me esta chupando la sangre. Sí, Cris, te comprendo muy bien, y como yo te comprenden todos los parados o los preparados para ser parados que viven o malviven en este país donde mucha gente se rasca el bolsillo para ver cómo marcas goles y no los celebras porque te sientes poco o mal querido.

La gente normal y (sin tu cuenta) corriente que se siente igual no tiene la posibilidad de salir por la tele quejándose de quienes les pagan lo que tú te gastas en gasolina para el Lamborghini. Es más: te quejas y la mayor preocupación de tus jefes no es llamarte la atención porque los trapos sucios en una empresa seria se lavan en casa, ni mandarte a chupar banquillo hasta que se te pase la pataleta, sino preguntarse qué hemos hecho mal, qué podemos hacer para contentar al niño mimado que reclama más cariño, a quién podemos echar que te haga sombra (pareces Messi, oye). Así que te comprendo, Cris, porque yo también estoy triste. Triste de que en este país en fuera de juego sólo se hable hoy de tu mocosa y puta tristeza.